Presentí que algo extraño pasaba y como si supiera de qué se trataba eche de reojo una mirada con temor hacia mis manos. Llevaba los nudillos desechos, los huesos asomaban entre mi piel cuarteada. Me lleve las manos hacia el rostro con las palmas frente a este y abriendo lentamente los dedos, sin comprender el porque de lo que sucedía, los sentí viscosos. La viscosidad resbalaba por mis muñecas y cuajaba antes de bajar hasta mi codo.
La sensación de malestar ocasionada por la sustancia viscosa adherida a mi piel me hizo reaccionar de golpe, ya había pasado en otras ocasiones una sensación similar y al reaccionar supe lo que vendría inmediatamente después, meses de amnesia en un quirófano, jaquecas nocturnas tras intentar recordar durante las mañanas que diablos había ocurrido, agujas e hilos dejando marcas en mi piel que al paso del tiempo olvidaría como y porque habían surgido.
No sentí dolor, si bien sentía algo era frío, un frío tan intenso que me hizo chasquear los dientes al momento en que toqué mi rostro con las manos. Pasados unos minutos de abstracción mi madre abrió la puerta pegando un grito de espanto con la mirada al verme frente a ella, comenzó a revolver todo por la habitación buscando algo, no sé que es lo que pretendía encontrar pero al no encontrarlo se me lanzó a golpes, solo me cubrí el rostro con las manos y mi madre las tomó con fuerza cortando la circulación en mis muñecas. Su agitación se detuvo de golpe reaccionando tal como yo lo había hecho minutos antes. Sintió la viscosidad en su propia piel y de pronto se detuvo el tiempo mientras ella miraba como resbalaba la sustancia por mis muñecas estranguladas y cuajaba ahora entre sus dedos. Por vez primera mi madre y yo conversamos en una platica ausente de palabras. Tomó un trozo de tela que colgaba del caballete que sostenía un lienzo aún fresco y pasándolo con arrogancia limpió el bermellón con barníceta alemana de mis manos.. ¡Descansa! Fue la última palabra que me lanzó casi sin aliento antes de cruzar y cerrar la puerta de mi habitación.
La sensación de malestar ocasionada por la sustancia viscosa adherida a mi piel me hizo reaccionar de golpe, ya había pasado en otras ocasiones una sensación similar y al reaccionar supe lo que vendría inmediatamente después, meses de amnesia en un quirófano, jaquecas nocturnas tras intentar recordar durante las mañanas que diablos había ocurrido, agujas e hilos dejando marcas en mi piel que al paso del tiempo olvidaría como y porque habían surgido.
No sentí dolor, si bien sentía algo era frío, un frío tan intenso que me hizo chasquear los dientes al momento en que toqué mi rostro con las manos. Pasados unos minutos de abstracción mi madre abrió la puerta pegando un grito de espanto con la mirada al verme frente a ella, comenzó a revolver todo por la habitación buscando algo, no sé que es lo que pretendía encontrar pero al no encontrarlo se me lanzó a golpes, solo me cubrí el rostro con las manos y mi madre las tomó con fuerza cortando la circulación en mis muñecas. Su agitación se detuvo de golpe reaccionando tal como yo lo había hecho minutos antes. Sintió la viscosidad en su propia piel y de pronto se detuvo el tiempo mientras ella miraba como resbalaba la sustancia por mis muñecas estranguladas y cuajaba ahora entre sus dedos. Por vez primera mi madre y yo conversamos en una platica ausente de palabras. Tomó un trozo de tela que colgaba del caballete que sostenía un lienzo aún fresco y pasándolo con arrogancia limpió el bermellón con barníceta alemana de mis manos.. ¡Descansa! Fue la última palabra que me lanzó casi sin aliento antes de cruzar y cerrar la puerta de mi habitación.
Yz.